Memories of the Unloved

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Cuantas veces han entrado en mi cabeza

Sacado de la cabeza de

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jueves, 20 de octubre de 2011

Salvandome

La inmensidad de una ciudad como la de Nueva York, acapara también una gran masa de personas, donde la mayoría de ellas pasan inadvertidas, como un transeúnte más. El ritmo frenético del día a día es ya costumbre para los locales y un sin vivir para los visitantes. Multitud de gente gastando dinero como si de autómatas se tratasen, Pocos son los que se paran en medio de ése caos, para tomar un respiro y mantener una pequeña charla, pero es algo arriesgado, pues se juegan el morir arroyados por las oleadas caminantes. 



Aún y así, un joven de pelo negro, con barba y con pintas de mendigo, parece estar desorientado, angustiado ¿Confuso, quizás? No; busca algo. Pasa rápidamente su mirada alternativamente a todas y cada una de las personas con las que se cruza, pero se centra concretamente en un punto : Su cabeza. Con los ojos abiertos como platos, busca desesperadamente algo. Por otra parte, hay otro joven, alto, vestido elegantemente, seguramente un empresario, que camina despreocupadamente centrado en su conversación telefónica. El joven mendigo lo localiza. Sin dudarlo ni un instante comienza a correr apartando a las masas desesperadamente. El empresario se dispone a cruzar la carretera, sin darse cuenta de un detalle: Está en rojo.

El mendigo corre y corre tan rápido como puede. Todo sucede en décimas de segundo. Un autobús, de dos plantas, va a demasiada velocidad como para frenar. No puede esquivar al empresario, se encuentra demasiado cerca. El autobús pita. El empresario se da cuenta. ¿Es demasiado tarde?. El mendigo agarra al joven por la espalda, y lo devuelve rápidamente a la calzada. Lo ha salvado. 

Sin esperar gratitud alguna, el joven mendigo, desaparece entre el gentío.
El joven empresario está confuso. Termina la conversación telefónica, y mira atentamente a su alrededor atónito, extrañado, confuso. Su expresión, de estar viendo un fantasma, se ha esbozado en su rostro. Comienza a mirar alternativamente a las personas, pero se centra concretamente en un punto : Su cabeza.

Confuso, sorprendido, se acerca a varias de ellas, quienes, extrañadas, desconfiadas, se alejan de él. El joven, a veces, pasa la mano por encima de sus cabeza. Otras, la agita como ahuyentando una mosca. Confuso, angustiado, comienza a caminar sin rumbo, pero sus ojos siguen abiertos como dos platos. Insiste en su acto extraño, de pasar la mano por las cabezas de las personas, y éstas, le miran burlescamente. "¿Qué haces?" preguntan pocos. "Estás loco" afirman muchos. Sin sosiego en su desesperación, se sienta en un banco a tomar un respiro. A su lado, se sienta una chica de cabellos largos pelirrojos, manteniendo una conversación telefónica. Parece interesante, y el joven aprovecha para observar con detenimiento lo que parece ser, sólo sus ojos pueden ver: Sobre la cabeza de la chica, hay unos números, y éstos bajan continuamente como si de un contador se tratase, como el de una bomba, que está a punto de estallar. El joven intenta borrarlos, pasando nuevamente la mano sobre su cabeza, pero ésta se asusta, y se marcha.

Confuso, intrigado, se levanta e intenta buscar una respuesta, pero el miedo al juicio de la gente, impide que pregunte si alguien más lo ve. Camina y camina por las calles, sin rumbo, mirando todos ésos números que descienden sobre las cabezas de la gente que caminan por las calles de Nueva York. Él prosigue con la búsqueda de una respuesta. Camina y camina, pero solo ve números. Angustiado, desesperado, acelera su paso. Sin aliento, y con ganas de llorar, se apoya contra una pared, colocando su espalda en ella, y dejándose caer al suelo encogiendo sus rodillas. Mientras se pregunta el por qué, y qué debe de hacer para solucionarlo, la sirena de una ambulancia se escucha a lo lejos, acercándose rápidamente al lugar donde él se encuentra. La ambulancia se detiene, y de ella bajan dos hombres vestidos de blanco con una camilla, y se adentran con mucha prisa en el edificio que se encuentra al lado del joven. No tardan mucho en salir y, en hacerlo, se encuentra ahora una anciana, de avanzada edad, tumbada sobre la camilla. El joven, sorprendido, se levanta, se acerca a la anciana y, sorprendido, se fija en su contador:

20. Él la sigue con la mirada, mientras los enfermeros la adentran en la ambulancia. 14. Incrédulo, sorprendido, no sabe qué hacer. Los hombres vestidos de blanco, aseguran la camilla, mientras más curiosos se acercan al lugar. 7. El joven observa atentamente la expresión de la anciana. 4. Ella abre los ojos. 3. Mira arriba. 2. Cierra los ojos. 1. Suspira. 0... Junto a ése último aliento, se desvanece su contador, y su vida.

El joven empresario, triste, apenado, pero esta vez, esperanzado, entiende lo que está pasando. Ahora lo sabe, y recuerda los motivos mientras la ambulancia se retira del lugar. Aquél mendigo le salvó la vida, justo cuando su contador estaba a punto de desvanecerse. Curioso, intrigado, se acerca al cristal de un escaparate, para poder ver su contador, pero no puede. Continúa caminando, y encuentra a una mujer sentada en un banco, despellejando un trozo de pan integral. Pero hay algo raro en ella; tiene dos contadores. Uno, en su cabeza. Otro, en su barriga. Se acerca para entender lo que sucede, y encuentra algo maravilloso: Está embarazada. Finalmente, entiende cuál es su misión. Cambiar el destino de otra persona. La buscará incansablemente, la salvará, y quizás, solo quizás, todo volverá a la normalidad.

Aparentemente desorientado, camina muy atento, con los ojos abiertos como platos, buscando algo en la cabeza de la gente. Un contador, una vida, próxima a su final. Entre la multitud, una chica, de no más de 30 años, formalmente vestida, seguramente casada y con hijos, se dirige hacia su vehículo. Parece preocupada, quizás haya tenido un mal día. Pero no es eso lo que llama la atención del joven, sino su contador. En él, pone un número bastante bajo : 

15. Sin dudarlo ni un momento, comienza a correr desesperadamente. Arriba, en el edificio, se oye el ruido de las obras, que en su fachada se están haciendo. 9. Un despistado paleta, sin querer, golpea sin querer una biga de hierro, pero sin poder evitarlo, la biga se precipita al vacío. 5. Él grita "¡Cuida abajo!". 4- El joven corre y corre. 3. La chica abre la puerta de su automóvil. 2. La biga cae a tremenda velocidad. 1. El joven agarra a la chica por el brazo, la abraza y la aparta velozmente del vehículo. La biga impacta sobre el coche, destrozándolo completamente.

La ha salvado.

La chica, asustada, confusa, rabiosa, mira a su coche destrozado, se lleva las manos a la cabeza, y sus ojos se llenan de lágrimas. Al momento, algo más inquietante aparece ante sus ojos. Mira alternativamente a las personas que se reúnen alrededor del suceso. Pero se centra concretamente en un punto: Sus cabezas.

El joven, su salvador, sin esperar gratitud alguna, desaparece entre el gentío.

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