Memories of the Unloved

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jueves, 12 de mayo de 2011

La Iniciativa Contrabandista, Parte 3

HOY, damas y caballeros, he probado la libertad. Ayer hice los últimos exámenes del curso antes de la PAU, y me siento de P. Madre. No había dormido tan bien en la vida.
En fin, aquí os dejo la 3ª parte de esta historia, que no es tan corta como pensaba xD



Cuando el Vellocino aterrizó finalmente, Hylo ejecutó una rápida revisión de los sistemas y del motor sublumínico – el motor de ignición – en particular. El sistema de ignición había estado dándole problemas y quería asegurarse de que podría volver a encender el Vellocino de nuevo sin contratiempos. El resultado del chequeo fue satisfactorio así que apagó los motores sublumínicos. Mientras dejara el generador de hipervelocidad en “standby”, podría desviar energía inmediatamente salir de la atmósfera de Corellia en segundos si se presentara la necesidad. Por otro lado, mientras escaseaba el panel de control, se dio cuenta que el estabilizador trasero de la nave estaba ligeramente desajustado. Frunció el ceño. “Otra cosa que habrá que reemplazar pronto”. De momento, sólo significaba que tendría que recalibrar el estabilizador desde el exterior de la nave.

Al levantarse del asiento casi golpea la cabeza de Musk, que había elegido el mismo instante para dejar el asiento del copiloto. Él le sonrió con malicia y se retiró para que ella pudiera abandonar primero la carlinga. Hylo podía sentir sus ojos mirándola mientras ella se apresuraba a través del saloncito del carguero hasta la trampilla de aterrizaje. “Sigue soñando, amigo”, se sonrió. Tiró de la palanca y vio descender la rampa hasta el suelo.

Salió de la nave y una fresca brisa asaltó sus sentidos, serenándola. Estar encerrada en una carlinga con un nieto le había ayudado a agradecer el aire fresco. Distraída con sus pensamientos y las tareas pendientes, Hylo fue tomada completamente por sorpresa cuando escuchó la aguda voz de un droide de protocolo que la requería desde el otro lado de la plataforma.

“Discúlpeme, señorita, pero me temo que ha debido haber algún tipo de error. Esta es la plataforma de aterrizaje A-17. No se le ha permitido el aterrizaje debe mover su…nave enseguida”. El droide de protocolo se explicó con un tono educado, pero Hylo reconoció una nota de desdén. No le desagradaban los droides, pero tampoco confiaba en ellos. Sospechaba que aquello se relacionaba de alguna forma con la muerte de su padre, pero no había ninguna razón para cambiar de actitud hacia ellos.

“El error será cosa tuya, porque aquí es donde la seguridad de Corellia me ha dicho que aterrice”. Ignoró a propósito al droide, fijando su atención deliberadamente hacia el vapor que empezaba a gotear debajo del Vellocino. Sabía que sólo era agua, pero hizo como si le resultara interesante mirar las gotas a través de la luz.

Sintió que el doride de protocolo estaba a punto de insistir, pero se detuvo tan pronto como Musk descendió pesadamente por la rampa.
“Venimos de parte de Barrga el Hutt. Tenemos una entrega especial que hacer a la Compañía Rendili. Ven a comprobar los registros”. Su rifle blaster aún colgaba de su hombro y Musk sonrió con crueldad al droide, retándole a protestar.

“Muy bien. Lo volveré a comprobar”, afirmó el droide complaciente, “pero le puedo asegurar que no hay entregas programadas para hoy. Volveré en un instante”. El droide se volvió y tapeteó de regreso ha la plataforma hacia las puertas de la torre de almacenaje.
A ver si el próximo que envían tiene algo de personalidad, pensó Hylo para sí. Se sonrió por sus prejuicios y vio cómo Musk le lanzaba una corta y escéptica mirada antes de regresar a la nave.

Disfrutó del momento de tranquilidad y aire fresco. Luego dibujó distraídamente con el dedo la silueta de vientre del Vellocino mientras se dirigía a los estabilizadores traseros. Echó un vistazo, comprobando la eficiente homogeneidad de la plataforma de aterrizaje. Suspendida docenas de metros sobre el suelo y conectada a la torre sólo por un fino pasillo, eran mucho menso peligrosas que las plataformas de aterrizaje de contrabando habituales de de los Carteles de Nar Shaddaa. Excepto por unos contenedores vacíos apilados junto al borde, la plataforma estaba totalmente desierta.

Tras alcanzar el estabilizador trasero, Hylo abrió la caja de control externa y liberó la válvula de presión. Un chorro de vapor surgió y el estabilizador se ajustó apenas perceptiblemente. La mujer cerró suavemente la caja de control y regresó a la rampa de la nave. Después de un último vistazo al mundo exterior, se preparó para subir a bordo y entonces se quedó quieta. Había oído algo.

Se dio la vuelta de repente, intentando discernir la fuente del sonido. No vio nada. Llevó la cabeza a un lado y aplicó el oído, esperando distinguir mejor lo que le había sobresaltado. Fue entonces cuando se dio cuenta; no era lo que había escuchado, sino lo que no había escuchado. Algo faltaba, un pequeño y engañoso bufido, muy familiar, muy importante. El generador de hipervelocidad estaba desconectado.

Furiosa, Hylo subió por la rampa y atravesó el pasillo para dar con Musk, sentado en una mesa de trabajo, recostado y con los ojos cerrados. Sintiendo quizá su furia, abrió los ojos y, sin mover un músculo, levantó una ceja como única forma de preguntar qué pasaba.

“¿Qué has hecho, maldito lagarto idiota?” preguntó con los dientes apretados. “Soy la capitana de esta nave. No tienes ningún derecho a tocar siquiera los controles…”. Se detuvo al reconocer la expresión en el rostro del nikto.

“No sé de qué hablas”. Musk la miró directamente a los ojos. Incluso parecía ligeramente asustado.

“No me digas que el generador de hipervelocidad se ha apagado solo”. Mientras pronunciaba las palabras, se percató de que por la expresión de Musk eso podría ser perfectamente lo que hubiera pasado. Se dirigió al puente para revisar el panel de control.

Un gélido escalofrío recorrió su columna y le robó el aire del estómago. El indicador del generador de hipervelocidad tenía un pico de vacío que señalaba claramente un problema mayor. Esto es malo. En un instante, la energía desbordante de Hylo fue arrancada completamente y se sintió como cuando era una niña pequeña, perdida y sola en las calles de Nar Shaddaa. Mientras permanecía hipnotizada con los ojos fijos en el indicador, Musk entró tras ella. Se asomó para mirar él mismo el indicador, invadiendo el espacio de Hylo de una forma que ella nunca habría permitido unos minutos antes. En ese momento, sin embargo, la grosera presencia de Musk no era ni siquiera una distracción comparada con el terror puro que Hylo sentía.

“Puede que sólo necesite una recarga”, dijo el nikto como por hablar. Se giró y volvió al salón desde el corredor, pero se detuvo en seco cuando escuchó la respuesta de Hylo.

“No. Esto es una señal” Aún seguía mirando fijamente el indicador apagado, pero sus últimas reservas de fuerza interior empezaron a calmar la agitación que sentía. Todo empezaba a tener sentido – la plataforma de aterrizaje de la corporación, el grosero droide de protocolo, el hecho de que no hubiera programada ninguna entrega – era una trampa. La sospechosa naturaleza de estos hechos no había pasado desapercibida para Hylo, pero no tuvieron importancia hasta que el hiperimpulsor se rompió. Ahora se había añadido a la lista de cosas que demostraban que algo malo estaba a punto de suceder.

“Será mejor que salgamos del planeta”, Hylo murmuró para se misma mientras se sentaba en el sillón del piloto. “Podemos refugiarnos en una de las lunas de Talus y veré qué le ha pasado al generador de hipervelocidad”. Miró por la ventana para comprobar que la plataforma de aterrizaje seguía completamente vacía, incluso cuando apretó el botón de ignición.

“Está claro que han planeado algo”. Se estiró y encendió los motores sublumínicos.

“¿Qué estás haciendo?” rugió Musk.

“Vas a tener que confiar en mí”. Hylo mantenía fija la mirada en las puertas de la bodega. En cualquier momento esperaba que las puertas se abrieran y los cañones blaster apuntaran al Vellocino. Manejó los controles para elevarse, pero entonces sintió la fría bocacha del rifle blaster de Musk en su nuca.

“No, no. No vamos a ningún sitio, chica loca”. La voz de Musk no estaba enfadada ni molesta, pero arrastraba algo aún más peligroso, miedo. Estaba claro que pensaba que Hylo había perdido la razón, y estaba más que dispuesto a disparar si tenía que hacerlo. Hylo se estrujó la cabeza. Tenía que haber sabido que Musk reaccionaría así. Si sigo así ayudaré a provocar el desastre que intento evitar. Dejó los controlas y se irguió en el asiento. Sintió que Musk se relajaba ligeramente, pero su rifle aún le apuntaba a la nuca. Era arriesgado, pero sabía lo que tenía que hacer. Metió la cabeza entre los brazos fingió empezar a llorar. Con la intención de consolarla, Musk dio un paso hacia delante.

El codo de Hylo se precipitó con dureza, golpeando la bocacha del rifle blaster de Musk hacia el techo. Ella saltó de su asiento y se colocó detrás. Al verse engañado, Musk enseñó los dientes pero terminó exhalando un gemido cuando Hylo le propinó una buena patada en la entrepierna.

Musk cayó de rodillas, intentando apuntar con el rifle a la cara de Hylo, pero ella fue más rápida. Con un solo movimiento, su mano derecha cogió la bocacha del rifle y su mano izquierda desenfundó su propio blaster, que terminó apuntando a la frente del nieto.

“Suéltala”. Dame una excusa y te disparo, pensó, pero Musk obedeció. Le arrancó el rifle de la mano y lo dejó en el asiento del piloto, sin saber que hacer ahora. Improvisó, siguió apuntando a la cabeza de Musk y se deslizó detrás de él por el corredor.

“Estás loca, niña loca tonta”. Musk mantuvo las manos en algo, pero meneaba la cabeza. “Barrga te matará por esto”.

Cree que no tengo huevos para apretar el gatillo.

“Me arriesgaré”. Cogió a Musk por detrás de la camiseta y lo condujo hacia el salón.

Miró hacia atrás y reconoció el olor, pero no tuvo ocasión de reaccionar. El compañero Weequay de Musk finalmente decidió salir del agujero en el que se había metido. La culata de su rifle blaster golpeó a Hylo en la cabeza antes de que ella se diera cuenta de nada. Todo se volvió negro.

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